Jugar a la “viborita” en el celular. En tiempos en los que se puede tener una consola de última generación dentro del smartphone, parece irrisorio que hace algunos años niños y adultos se divirtieran tratando de evitar que la serpiente se mordiera a sí misma.
¿Qué estudiante podía sobrevivir en los 90 sin apelar a la Encarta para buscar información para la realización de sus deberes escolares? Pero nada pudo hacer tras la aparición de Google y Wikipedia
El arriendo de videos. ¿Qué mejor alternativa para una tarde lluviosa de domingo que alquilar una película? Tan usual era que Blockbuster se había transformado en un imperio mundial de renta de videos, tanto en VHS como en DVD. Pero entró rápidamente en quiebra cuando internet, a través de Netflix y tantas otras opciones, posibilitó ver cualquier película, en el momento deseado y sin necesidad de devolverla
Ver películas en VHS. Duró poco la hegemonía de las videocaseteras, ya que pocos años después de que lograran llegar al público masivo empezaron a ser reemplazados por los reproductores de DVD y el servicio on demand de la televisión satelital.
Los equipos de música. Eran indispensables en cualquier fiesta y los que gustaban de ser anfitriones hacían grandes inversiones por tener los más potentes. Hasta que el computador y el iPod se convirtieron en verdaderas discotecas hogareñas.
El Discman. Indispensable para cualquier adolescente que tenía que hacer largos recorridos durante el día. Pero hoy la música, como casi todo, se encuentra dentro del celular.
Los canales de música. Fueron furor entre los jóvenes en los 80 y en los 90, pero ante la aparición de YouTube, la idea de ver la televisión durante horas esperando que aparezca el videoclip preferido perdió todo sentido.
El disquete. Toda la información valiosa debía ser guardada en decenas y hasta cientos de estos sistemas de almacenamiento de tan poca capacidad. Hasta que llegaron los pendrives primero, y la nube después.
Cámaras descartables. Eran una alternativa económica para el que se iba de viaje de forma imprevista y no quería invertir en un equipo que quizás nunca volvería a usar. Otra víctima más de los smartphones.
El contestador automático. Más allá de que a muchos no les gustaba utilizarlo, en casi todos los hogares había, al lado del teléfono de escritorio (otra especie en vías de extinción), una máquina contestadora para atender cuando no hubiera nadie. Hoy todas las telefónicas ofrecen el mismo servicio, pero sin ocupar espacio
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