sábado, 24 de agosto de 2013

Al interior de una escuela para exorcistas

Monseñor Andrés Tirado dirige la única escuela de exorcistas que existe en Colombia. Es una de las pocas academias contra el demonio que hay en Latinoamérica y en el mundo. Por 14 años, este obispo Católico independiente de la Congregación Sacerdotal Internacional ha trabajado en la liberación y sanación del cuerpo y del espíritu de cientos de personas que recurren a su ayuda al no encontrar respuesta lógica a sus desgracias.
Su despacho, ubicado en el sector de Chapinero en Bogotá, parece más un consultorio médico que una parroquia. Una sala de espera con al menos diez asientos ocupados por personas que en silencio esperan el llamado para ser atendidos por el obispo. Una secretaria que recibe permanentemente solicitudes para apartar una cita con el experto. Está tan copada la agenda que para muchos hay un espacio de 15 minutos hasta dentro de un mes.
Para permitirnos conocer su proyecto, Monseñor Tirado pide un encuentro personal para que cara a cara le plantee el objetivo de esta historia. En posteriores entrevistas me enteraré que analizando a la persona, viendo seguramente a través de sus ojos, logra identificar las intenciones, preocupaciones y vivencias de su interlocutor. Luego de verme accede interesado a develar detalles de su particular proyecto.
No es un hombre mediático, que haga anuncios en prensa o reparta volantes de sus servicios en la calle, pero el éxito de su trabajo se ha regado entre las multitudes. “Cuando la gente ve que empiezan a haber liberaciones y soluciones a problemas de sus conocidos, entonces se corre la voz”, dice. Hasta hace tres años practicaba tres exorcismos al día. El desgaste era absurdo pero las demandas por su gracia incrementaban. Al no dar abasto pensó que como él existirían más personas dispuestas a aprender y aprovechar el don que les asistía. Se dijo: ¿por qué no crear una escuela de exorcistas?
El perfil de un buen exorcista
El padre Tirado asegura ser testigo constante del inframundo y sus azotes en nuestra realidad. Le ha ordenado al demonio volver a las tinieblas. Ha sido ofendido, escupido y agredido por personas que bajo el imperio de algún espíritu rechazan su bendición. En las noches ha sido perturbado en su descanso por las energías que le reclaman el porqué los ha conducido al destierro. Mientras duerme, es empujado de la cama o arrojado con colchón y cobijas al suelo. En carne propia ha comprobado el poder de las fuerzas del más allá, y quiere ser un adalid para entenderlo y enfrentarlo.
Para ello considera que un buen exorcista debe tener un conocimiento y experiencia otorgado por una juiciosa formación. Resalta que la Iglesia Católica elije a sus exorcistas por “decreto”, sin que necesariamente hayan pasado por un trabajo de especialización en este oficio. “Un obispo escoge a un ‘ordinario’, como se le dice a otro sacerdote, que cumpla ciertos requisitos como tener más de 55 años, contar con testimonio de vida, ser muy espiritual, y así le da una carta para que trabaje en eso. Algunos ni les interesa pero igual son escogidos. Otros medio lo manejan pero no se sienten suficientemente preparados”, describe.
Además comprende que no sólo los sacerdotes pueden atribuirse el poder o “don” para practicar liberaciones. Ha descubierto, en décadas de trabajo, que hay ciudadanos comunes, incluso no creyentes en la Iglesia, que poseen habilidades que no habían sido aprovechadas y que al ser entrenados demuestran resultados sorprendentes.
“Hay tres pilares para ser exorcista. El primero es tener el don, el poder que Dios le da a una persona para manejar este tipo de fuerzas. El segundo es estudiar, para saber a qué o a quién se enfrenta y cómo actúa el demonio. El tercero es la experiencia que da seguridad y garantía de hacerlo bien”, detalla Tirado.
Esto para reconocer que, si bien cualquier persona puede hacer el curso, no todos pueden ejercer como liberadores. “Si la persona no tiene estos elementos, puede ir a una casa donde hay una entidad y puede resultar contaminado. O en un exorcismo también el espíritu puede metérsele”.
Sus alumnos descubren que hay dos clases de posesiones. Los de tipo A son entidades desencarnadas, es decir, espíritus de personas que al morir no lograron trascender. Son de esta clase las posesiones más frecuentes y Monseñor informa que se apoderan de cuerpos de personas especialmente por trabajos de brujería.
“A veces es porque las personas fueron a cuevas o sitios donde vagaban y, al no estar bien espiritualmente, los capturaron. Mayoritariamente es porque personas que trabajan con brujería ordenan al espíritu a que ataque a una persona, los destruyan mental y físicamente, incluso les provoquen el suicidio. Otra posibilidad es que el sujeto haga invocaciones con tabla ouija, prácticas con la moneda, escuadra o tijera que es popular en colegios. El que sean de este tipo no implica que sean débiles”.
Por otro lado existen los de tipo B, que son demonios. No son frecuentes, y el obispo dice que en su vida, de centenares de casos, sólo ha tratado por mucho 30 liberaciones diabólicas. Son entidades malas que también pueden dominar a una persona por un envío maligno de brujería, por rituales satánicos, desafíos al diablo e inclusive ha conocido casos en los que antepasados como bisabuelos en algún momento ofrecieron al rey del infierno a sus hijos o nietos a cambio de favores económicos.
La escuela de exorcistas también enseña liberación de viviendas o propiedades afectadas por espíritus, la manera para romper con ataduras provocadas por entierros, la forma de destruir maleficios y trabajos, restauración de hogares y sanación.
Exorcismo, Kienyke
Hay posesiones de entidades tipo A y tipo B. Los primeros son espíritus desencarnados que no trascendieron. Los segundos son demonios.
¿Qué se aprende en la escuela para exorcistas?
La idea de una escuela para exorcistas se le manifestó en un sueño mientras era misionero en Estados Unidos en la Congregación Sacerdotal Internacional, una hermandad de religiosos y laicos que trabajan en proyectos sociales y humanitarios. Dentro del grupo veía a más personas y colegas con una energía similar a la suya cuando se enfrentaba al diablo.
Pensó la escuela con pensum riguroso, clases teóricas, talleres prácticos, evaluaciones, debates y ceremonia de graduación. Arrancó como formador de exorcistas en febrero de 2011.
La escuela no está concebida como un cónclave exclusivo de sacerdotes con avanzada edad con poderes sobrenaturales. Es una oportunidad abierta para que quienes tengan algo de fe en lo paranormal, lo quieran estudiar, y si cumplen ciertas características, puedan ser capaces de enfrentarlo.
La lista de materias incluye bases como teología, psicología, parapsicología, sociología, análisis bíblico, y componentes avanzados como sanación interior, prosperidad, demonología, liberación y exorcismo, oración, sanación, dones y facultades humanas, visualización para médiums, imaginación creativa y proyección personal. Quien se inscriba encontrará una formación que persigue la integralidad, que analiza la historia del mal en la humanidad y la forma como distintas culturas en el planeta lo han abordado, persiguiendo un análisis crítico, inclusive científico, de aquellas situaciones que parecen no tener explicación.
En la academia contra Satanás no solo hay sacerdotes o religiosos. Por sus clases han pasado profesionales con maestrías y hasta doctorados, políticos, amas de casa y empresarios interesados en conocer las técnicas para identificar y pelear contra la maldad.
Ha habido unos 130 participantes, incluyendo un grupo que hizo el curso a distancia de manera virtual, y al finalizar son certificados con un diplomado en Demonología, Liberación y Exorcismo. Son cinco meses -dice Monseñor Tirado- de trabajo intenso, talleres, prácticas y conferencias. Al finalizar este primer ciclo el interesado obtiene conocimiento suficiente para saber si tiene o no la facultad de exorcizar con éxito. Si así sucede, también pueden hacer una especialización durante un año personalizada en la misma institución. El costo de la capacitación es de 500 mil pesos.
La Escuela y la Congregación Sacerdotal Internacional cuentan con respaldo de instituciones en el exterior. Monseñor Andrés Tirado lideró la realización del primer Congreso Internacional Ecuménico de Exorcistas. En el mundo solo existen dos actividades similares: el tradicional congreso de exorcismo del Vaticano, y otra exposición de eventos paranormales y manifestaciones demoniacas en México.
El exorcismo
La prueba final es un exorcismo. Actualmente Monseñor Andrés Tirado atiende uno o dos cada semana. Para la ceremonia requiere de la compañía de alguno de sus pupilos de la Escuela u otro colega que le ayude en la liberación. Para llegar a este punto el paciente puede haber estado bajo tratamiento e investigación varios meses. “Esto es al final de todo un proceso. A mí vienen muchas personas diciendo que sufren posesión demoniaca. Me exigen que les haga rápido un exorcismo. Les digo que hay que esperar. Que hay que verificar que realmente se trate de una posesión, porque muchas veces pueden ser episodios de depresión o trastornos psicológicos. En estos casos también hay trabajos fuertes donde se han encontrado cosas, entierros, brujerías, pero no necesariamente demonios o espíritus”.
Aún después de identificar que una persona está bajo el dominio de alguna fuerza extraña, el Padre les pide hacer determinados ritos, oraciones y trabajos en casa para empezar a doblegar a la entidad. Luego, cuando llega la hora, los cita a su despacho. En dos oportunidades pudimos presenciar una liberación. Las hizo con luz de día, un viernes temprano. La segunda sesión fue impresionante.
En la sala de espera de su oficina llegó un joven de mediana estatura, con lentes y ropa informal. Viene de Tunja, donde vive. Lo acompañaban cuatro hombres altos y fornidos que dijeron ser sus parientes. Al comienzo a nadie se le pasa por la cabeza que el sujeto menudo tuviera algo adentro. Mientras espera, se nota tranquilo, bromea con sus familiares y está atento al llamado del sacerdote. No era la primera vez que se sometía a una sesión de exorcismo, así que sabía ya lo que le esperaba.
Monseñor Tirado nos llama primero a la fotógrafa, al camarógrafo y a mí. Nos pide tranquilidad y promete que no nos pasará nada en tanto mantengamos la serenidad. Nos sugiere no acercar los equipos al paciente, no sea que se salga de control y destruya una cámara.
Enseguida nos invita al salón donde realizará la liberación. Aún no han llevado al joven. Es un cuarto pintado de blanco con un mesón sobre el que ha dejado tres velones en triángulo, una biblia abierta, una figura del arcángel San Miguel, un cuadro de la virgen y un racimo de ruda que ha pedido a los familiares que consigan. La silla donde sentará al hombre está frente al altar y una imagen en yeso de Cristo crucificado.
Luego invita al poseído. El joven mantiene la calma, deja sus lentes y se sienta. Sus acompañantes entran enseguida y a ellos Monseñor les da las mismas indicaciones de seguridad pero les pide que le ayuden a tenerlo con fuerza.
El obispo entra con una estola púrpura y dos embases tipo spray con agua para rociar. Además deja sobre la mesa un libro que contiene las oraciones y un pequeño tarro con óleo exorcizado.
Lo primero que debe hacer es sellar el sitio y a quienes estamos allí. Nos llama uno por uno, aplica óleo en la frente, el cuello y las manos, y realiza una oración. Luego rocía agua bendecida y finaliza con una señal de la cruz para cada cual.
Esparce agua alrededor del paciente y se persigna. Unta su dedo pulgar con oleo y dibuja una cruz en la cabeza del joven, quien sigue impávido ante el inicio del ritual.
-Santísima trinidad bendita- reza el exorcista-. Dios soberano y eterno. Líbranos de las prisiones y de las penas del infierno. La cruz y los tres clavos y el Señor que murió en ella…
Transcurren menos de dos minutos desde el inicio de la ceremonia cuando el joven empieza a toser, como si se ahogara.
- Anula y desvanece, altísimo Dios creador nuestro todos los sortilegios y ligaduras que se han hecho o hagan, de día o de noche, por hombres infames y mujeres perversas contra tu siervo.
La oración continúa otros minutos y el joven empieza a vomitar. Monseñor posa su mano sobre la cabeza del paciente y continúa exigiendo la salida del espíritu. Poco tiempo después de iniciada la sesión, el sujeto empieza a forcejear, al punto que entre seis hombres se dificulta tenerlo controlado.
El sacerdote había explicado que este joven sufría una posesión de tres espíritus, uno de ellos un demonio no muy fuerte. En liberaciones anteriores le había logrado expulsar a dos, pero el último se resistía a salir. Monseñor Tirado asegura haber logrado expulsar hasta 200 espíritus que asediaban a una persona.


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