lunes, 12 de agosto de 2013

Cuento Corto:

Carroñeros:


Siempre le he temido a eso, a esa gente que aparece como deja vu cuando vas caminando, o en un bus, y que te miran, como sabiendo que los conoces. Me ha pasado muy seguido este último tiempo, al parecer el exceso de nootrópicos me esta afectando un poco.

Les cuento, hace algunos años, se desarrollo la llamada “tercera guerra mundial” , o “guerra de palos y piedras”, como la llamaba Einstein. Lamentablemente, estuvo muy equivocado al llamarla así, porque aquella guerra, fue un Apocalipsis de armas químicas, prácticamente no hubieron enfrentamientos en las calles, o en ningún lado, se liberaron muchas enfermedades mortales de rápido efecto, las cuales causaron una masiva muerte de niños y ancianos primeramente, y luego todo eran vulnerables a todo tipo de plaga, un resfriado podría matarte, era como si todo el mundo tuviera VIH, todos éramos seres débiles y la gente se suicidaba antes de morir, sólo era cuestión de tiempo, así que era decisión de cada uno.

La población mundial disminuyó a 1.500 millones de habitantes, la mayoría en Europa occidental, y el resto en América del norte. América del Sur, África, Asia, y Oceanía, quedaron con tan poca gente, que se decidió juntarlos en Europa a ese resto de la población.
En un ambiente post-apocalíptico se empezaron a formar sectas y grupos anárquicos que son como la “lacra de la sociedad”, aunque realmente, ya nisiquiera exista una sociedad.
Ya no existen presidentes, Reyes, ni nada comparable a una figura de autoridad, los únicos que “mandan” en este sub-mundo, son aquellas empresas que vender armas y drogas, quién mejor precio y mejor calidad muestre, se lleva la soberanía de la población.
Decadencia, sería mucho pedir para este mundo putrefacto en el que me encuentro presente, las drogas ya no son adicciones, son para mantenerte conciente, cuerdo, con vitalidad (increíblemente), porque todo esto?.

Luego que terminó la guerra, en el año 2015, ya no habían industrias, ni empresas, sólo saqueos, delincuencia y muerte en todos lados. Los que alcanzaron a sobrevivir, se reunieron en Bunkers y en edificios asegurados (los que no fueron destruidos), y trataban de vivir en una cierta paz.
En el aire, ya no había oxígeno, eran sólo gases tóxicos y cosas que podían matarte de un día para otro, por lo que explotó la venta de máscaras de gas, las que antes se prestaban para arte macabro y películas de terror, ahora eran una necesidad.
Dentro de estos gases tóxicos, había uno especial, el Tri Carbono (Trióxido de Carbono), una mutación del típico CO2, pero que en un principio, actuaba como simple marihuana, dejándote un tanto aturdido e incluso con un sentimiento de felicidad, y a medida que seguías inhalando el efecto avanzaba, te sentías cada vez mas inútil, tu capacidades motoras disminuían en un 50 a 60% y prácticamente quedabas inválido, y cuando no causaba ese efecto, se dirigía precisamente al cerebro, matando neuronas a velocidades inimaginables, por lo que empezabas a perder la concentración, perder el habla, no podías razonar y finalmente, por cualquier tipo de accidente estúpido, morías, de un momento a otro. Por lo que estas simples máscaras de gas, te salvaban cada segundo, de convertirte en una basura, y quedar tirado en la calle junto a los miles de cadáveres que cada día formaban parte de la imagen sombría de lo que hace unos años, la gente llamaba, “futuro”



Increíblemente, eso no era lo peor, la misma empresa que vendía las droga y las máscaras de gas, nos implantó un microchip, que estaba dentro de las mismas drogas. Este microchip, era como tu carnet de identidad en los viejos tiempos, ya no tenías RUT, solo un número que te identificaba, y ese número estaba en el sistema donde aparecía tu edad, tu situación de vida, tus bienes, e información de tus crímenes y asesinatos, porque era permitido matar sin razón, sí, a eso hemos llegado.
Entonces, los “peces grandes”, sabían todo de ti, y si les causabas algún problema, te mandaban a matar, así de simple, ellos podían robarte, quitarte todo lo que tenías, matarte, y si tenías suerte reclutarte para trabajar con ellos, donde te enseñaban a ser un monstruo con los demás sobrevivientes, era todo muy fácil, vive, y deja morir.

Yo, vivo con un amigo, y con dos niños que encontramos un día tirados en una esquina, con sobredosis, a punto de morir, pero pudimos salvarlos, con un poco de comida que robamos y un poco de agua que teníamos en jeringa.

Había un lado de la ciudad donde se estaban reestableciendo servicios de transporte y compra venta, de cualquier cosa, había gente que tenía víveres, comida, agua, y otra que tenía droga, por lo tanto, se había vuelto al trueque.
Como me referí en un principio, últimamente me habían ocurrido mucho deja vu, quizá era culpa de los nootrópicos que conseguíamos a diario, para tratar de mantener la cordura, probablemente tengan efectos secundarios, que irónicamente me llevaban a la locura.
Los gases tóxicos que inhalamos en ciertos momentos, producían por lo bajo, perdida de memoria, intermitente o permanente, por lo que ya las relaciones afectivas no existían prácticamente, tenías que pasar muchas horas al día con alguien, para que recién te importara que aquel individuo no muriera.
Alguna vez tuve familia, madre, hermanas, y pareja, pero no recuerdo casi nada. Quizá fui feliz, pero no se usa esa palabra, en este nuevo mundo, la felicidad mas grande a la que puedes optar, es vivir un día mas.

Las sectas que existían, aún siendo sectas, eran más sanas que las religiones que habían pre-Apocalipsis. Estas sectas se dedicaban a “ayudar” a la gente a creer en algo, a no suicidarse, a no tener ganas de morir cada día, y les había funcionado bien, porque la tasa de defunción había disminuido notablemente.
Pero también habían sectas malas, donde sus feligreses tenían como creencia que esto, por lo que estábamos pasando, era nuestro destino, y deberíamos morir, con el aire, como fuera, pero no podíamos detener el destino. De eso se encaraban los llamados “Cazadores”, que daban vueltas en moto por la ciudad, quitándote las máscaras de gas y robando los suministros, ya me había topado muchas veces con aquellos personajes, y tenía bastantes cicatrices por enfrentamientos con ellos, en estos tiempos, era necesario tener armas y saber pelear.

Algo. Había algo peor dentro de todo esto.
Experimentos, aquellos que antiguamente se usaban para historias de terror, ahora son absolutamente reales. Humanos en los cuales probaban las drogas antes de empezar a venderlas (cada día se crean nuevas drogas, aleaciones dentro de las que ya existen), a veces sin ningún efecto, pero la mayoría del tiempo, con muerte, o mutaciones.
Todos les temían a los “Carroñeros”, así se les llamaba a los mutantes más peligrosos que rondaban en cualquier parte de la ciudad. Eran hombres descomunalmente grandes y musculosos, (2,40 metros en promedio y 200 o 250 kg), con una fuerza impresionante y sentidos increíbles, te podían oler a 100 o 200 metros, oírte respirar a cuadras de distancia, y verte en la mas oscura de las noches, eran monstruos.

Todos les temían a estos monstruos, nadie sabía en que momento salían ni donde se escondían, podían escapar en cualquier momento, o nunca más.
Los últimos meses había estado bastante tranquilo el ambiente, pocas muertes, pocos ataques y bastantes suministros. La ciudad se movía más, paradójicamente estábamos volviendo al pasado, cuando las cosas estaban mejor.
Pero no duraría mucho. La empresa que vendía las drogas y las máscaras de gas Posteternal, había sido saqueada y los mandamases estaban furiosos en busca del culpable, por lo que comenzaron a destruir casas y a matar gente para encontrar su mercancía, porque cada moneda de las pocas que habían en el mundo, les pertenecía.
Bombas, explosiones por todos lados, sabíamos que podía desencadenar algo muchos mas grande… el despertar de los carroñeros.

Esa noche, estábamos compartiendo un poco de agua (bien muy escaso y caro por lo demás) en el departamento destruido y deshabitado en el que vivíamos. Los niños dormían y mi amigo y yo, nos drogaríamos después de conversar un rato, pero comenzamos a escuchar gritos, y destrozos, ruidos muy fuertes que se acercaban. Los niños despertaron y comenzaron a llorar, les tapamos la boca, y ellos entendieron, porque ya sabíamos que se venía, los carroñeros se acercaban, y no había nada que pudiéramos hacer.

Nos mantuvimos en silencio, cuando sentimos grandes pasos, correr por las escaleras, sudábamos demasiado, el miedo ya se había apoderado de nuestro cuerpos, uno de los niños se desmayó y nosotros corrimos por la escalera contraria a la que las criaturas venían.
Corrimos muy rápido, cada uno con un niño en brazo, los carroñeros ya se habían enterado de que estábamos, así que no tratábamos de evitar gritos y ruidos, estábamos acabados.

Mi amigo con uno de los niños siguió corriendo, era un poco más hábil que yo, por lo que escapó más fácilmente, pero yo, un poco torpe y con un niño desmayado en brazos, era poco lo que podía hacer.
Traté de seguir corriendo, pero caí, cerré los ojos de dolor, y cuando los abrí, una de las criaturas tenía su cara al frente de la mía y me olía con rabia. Respiré profundo y se acabó.

Siempre le he temido a eso, a morir en un mundo destruido por nosotros mismos, por lo menos no sentí dolor.



2 comentarios:

  1. Excelente, hiciste una increíble proyección de un futuro que es seguramente posible, en lo que va a acabar la humanidad si sigue por el rumbo en el que va encaminada, más que fantasía o la creación de una mente creativa, este cuento es una probable realidad.

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  2. muchas gracia por la critica estimada, me alegro que te haya gustado y que hayas llegado al trasfondo, a lo que quise decir.

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