martes, 13 de agosto de 2013

Review de Disco: Alice In Chains – The Devil Put Dinosaurs Here

Con el retorno a la primera línea del rock mundial de la mano de su cuarto álbum de estudio, “Black Gives Way To Blue” (2009), ya se respiraba en el ambiente la necesidad de Jerry Cantrell de asumir el exclusivo protagonismo de Alice In Chains, idea que se hace mucho más evidente en su última producción “The Devil Put Dinosaurs Here”, disco que marca la continuidad y total resurrección de una de las bandas insignes de la década del noventa. La placa fue grabada en Los Angeles bajo la supervisión del reconocido productor Nick Raskulinecz, quien ya había colaborado con la banda en su anterior lanzamiento. Uno de los primeros factores que llama la atención en este trabajo es el arte del álbum, conformado por la superposición de dos cráneos de triceratops, que algunos fanáticos aseguran forman la imagen del diablo, y que fue diseñada por el artista gráfico Ryan Clark, quien además es vocalista y guitarrista de la banda “Demon Hunter”.
“Hollow”, el primer sencillo que se desprende de la placa, es el encargado de dar el certero golpe inicial, con un sonido que destaca por su potencia y energía, con guitarras pesadas y la bien lograda combinación de voces entre Cantrell y William DuVall. La intensidad no decae con “Pretty Done”, fundamentada en solidas secuencias de cuerdas, con matices oscuros y desgarradores. El segundo single en mostrar sus credenciales es “Stone”, con un exquisito y psicodélico riff de guitarra, el bajo de Mike Inez asumiendo protagonismo y una melodía que convierten a este corte en una de las mejores piezas del álbum. Las revoluciones decaen abruptamente de la mano de “Voices”, un tema evidentemente más pausado y melódico, que no por eso pierde la textura Alice In Chains, y que obtiene sus mejores dividendos en su contagioso estribillo. “The Devil Put Dinosaurs Here”, el corte que da el nombre al disco, llena el ambiente de un aura densa y fúnebre, en función de su base rítmica e intensa instrumentación. El sonido distorsionado del bajo marca la pauta de “Lab Monkey”, en donde la batería de Sean Kinney se complementa a la perfección con las voces de Cantrell y DuVall, que conviven en perfecta armonía, estructurando de esta manera los cimientos de uno de los mejores cortes del álbum.
“Low Ceiling” deja la agradable sensación de crecer en intensidad, de la mano de una potente batería y secuencias de guitarra que golpean como ráfagas de energía, adornado por toda la magia de un hermoso solo de cuerdas. Los sonidos más cercanos al metal vuelven con “Breath On A Window”, un tema que sobresale por sus cambios de ritmo y que mantiene la tendencia a la mutación y combinación de estilos. La bella “Scalpel” despliega una sensible faceta acústica, donde cada elemento pareciese encajar a la perfección, desde la sutil voz de Jerry Cantrell, hasta el marcado riff de percusión, pasando por una controlada dosis de guitarras. Hacia el final la canción empieza a crecer en intensidad, manteniéndose siempre dentro de los márgenes de una melodía mucho más contenida. “Phantom Limb” se lleva el premio al corte más oscuro de la placa, con guitarras demoledoras que parecen calar los sentidos y una base llena de sentimiento y emotividad, en una muestra inequívoca de la fuerza que impregna Alice In Chains en cada una de sus líneas. En “Hung On A Hook” llega el turno de William DuVall de asumir el control de las voces, con el justo soporte de Cantrell, en una melodía que navega tranquilamente por un océano de psicodelia y distorsión. El cierre del disco corre por cuenta de “Choke”, un tema con una esencia reflexiva y profunda, que durante gran parte de su recorrido yuxtapone la potencia con la melancolía, ofreciendo un memorable viaje a través de la consagración de unos viejos conocidos.
Sería exagerado afirmar que esta nueva versión de Alice In Chains nos hace olvidar las figuras excluyentes de Layne Staley y Mike Starr, pero logra algo igual de valioso, que ya no sea necesario hacer comparaciones, con una fórmula que marca un crecimiento respecto a su anterior producción y que mejora con cada nueva escucha. El álbum como un conjunto funciona de manera fluida, con una exquisita colección de texturas y melodías que, a pesar de su evidente heterogeneidad, se complementan en su justa medida, resaltando las poderosas secuencias de guitarras y la precisa mezcla de las voces de Cantrell y DuVall. Quizás el único sabor amargo que nos deja “The Devil Put Dinosaurs Here” es la innecesaria extensión de cada uno de los cortes, con sólo dos de ellos bajando la barrera de los cinco minutos, aunque por momentos se agradece con este nivel de composiciones.

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